¡Chuico’e vino!

El Liceo Oscar Castro, es uno de los principales centros de educación secundaria de Rancagua. Su nombre se debe al destacado poeta chileno, nacido en Rancagua, quien se desempeñó como bibliotecario y docente en esta institución. El liceo fue fundado el 29 de julio de 1846 con el nombre «Liceo de Hombres de Rancagua», de un decreto que fuera firmado por el entonces Presidente de Chile, Manuel Bulnes.

Años mas tarde, el 22 de junio de 1971, y tras las gestiones de estudiantes, del diputado por O’Higgins Ricardo Tudela y del grupo «Los Inútiles», el Liceo de Hombres de Rancagua cambia su nombre por el actual, Liceo Óscar Castro por decreto que fuera firmado por el entonces Presidente de Chile, Salvador Allende.

En 1980 el colegio se transforma en una institución educacional mixta. Desde el año 2003, se exige para el ingreso de alumnos la rendición de una prueba de lenguaje y matemáticas. En el año 2007 se inició la ampliación del liceo, se finalizó en marzo de 2009. El terremoto del 27 de febrero de 2010 causó graves daños al nuevo edificio, trasladándose el Liceo temporalmente a dependencias de una escuela municipal. Durante ese tiempo e local del liceo fue remodelado y re-inaugurado el 6 de marzo de 2014.

Entre los años 1967-68 el Liceo de Hombres de Rancagua participaba en una jornada deportiva estudiantil interescolar que se realizaba en la entonces cancha de Cuevas, hoy Gimnasio Baltazar Castro de la Asociación de Básquetbol de Rancagua desde 1971.

El Liceo de Hombres, al igual que muchos otros establecimientos educacionales, no tenía un grito de barra que lo identificara. En uno de los cursos superiores se dio una memorable constelación de alumnos dotados de una gran personalidad, con un gran talento y humor. Algunos se llegaron a destacar a nivel nacional, como es el específico caso de Ivan Arenas. Por otro lado, Oscar Antonio Romero también pudo haberlo logrado, pero quedó en el recuerdo.

Oscar Antonio Romero Pelayo a quien mas comúnmente se conocía dentro del ambiente estudiantil de la época como «Cabezón Romero», era hijo de Oscar Romero, ex-jefe de la PDI de Rancagua y de Lidia Pelayo, ex-profesora de la Escuela 2 de Rancagua. Oscar Antonio era poseedor de un innato dote de líder, de una gran virtuosidad con la guitarra, voz y humor.

Entre 1965-68 integró el primer grupo rock de Rancagua, Los Círculos Cuadrados, como segundo guitarrista, segunda voz y director musical del primer grupo rock de Rancagua. El grupo estuvo integrado además por Heriberto Pérez (vocalista), Rolando Barba Correa (congas, bongó y segunda voz) del Liceo Oscar Castro, Roberto Solís (batería), Osvaldo Belmar (primera guitarra) y Pepe Alonso (bajo) del Instituto O’Higgins. Simultáneamente integró también un grupo de neo-folklore Los del Sepulcro, integrado por: Alejo Gatica, Alex Hevia, Heriberto Pérez y Willy Sequeida.

Como estudiante del liceo participó en la barra de apoyo de estas jornadas deportivas estudiantiles. Una mañana de la primavera de 1967, Oscar Antonio Romero junto al resto de los integrantes de su grupo Los del Sepulcro, además de su amiga Patricia Lira y Eduardo «Pelado» Navarro, se reunieron en el sector sur-poniente de la Plaza de Los Héroes. Con el afán de alentar a los deportistas del liceo Oscar Antonio buscó con ingenio y picardía una rima con la última palabra «Rancagua» del nombre oficial del Liceo de Hombres de Rancagua de entonces. Así fue como surgió la palabra «agua», elemento líquido de sabor insípido, incoloro, inodoro y vital.

Pero con el característico humor de Oscar Antonio, de apoyarse de temas que eran tabú para un estudiante, le dio un sabor picaresco. Fue entonces cuando el grito de barra comenzó a bosquejarse y configurarse, surgió la legendaria frase «Chuico’e vino«. Primero Oscar Antonio dijo: «Chuico’e vino… Con agua… Liceo de Rancagua…» Y sus amigos se rieron considerándolo muy fome. En una segunda vuelta Oscar Antonio lo ajustó y quedó construido de tal suerte que luego de gritar «Chuico’e vino» un coro contestó «Sin agua», esto se repitió tres veces y luego se finalizó con «Liceo de Rancagua», produciéndose la insólita rima. Esta vez tuvo éxito y recibió aplausos de aprobación. Fue justamente en ese momento que nació el grito «Chuico’e vino»

La verdad tras bambalinas, es que ese grito de barra nunca fue del agrado de profesores y dirección del liceo, pues no representaba las esperanzas puestas en los alumnos de un establecimiento educacional. No obstante se caló muy hondo en el espíritu liceano, pues era una ironía que los alumnos impusieron contra viento y marea, haciendo uso de la irreverencia juvenil que rompe lo establecido.

De este modo fue como nació el hoy irremplazable grito «Chuico’e vino» que galantemente ha sobrevivido el cambio de nombre de Liceo de Hombres de Rancagua por Liceo Oscar Castro en junio de 1971, el cambio de liceo de hombres por liceo mixto en 1980 y es difícil cambiar este grito por otro que plasme con igual picardía y acierto la creación de Oscar Antonio Romero.

Lo curioso es que no existe otro establecimiento educacional en Rancagua que tenga un grito de barra tan singular y arraigado a la historia del establecimiento como el que tiene el Liceo Oscar Castro. Solo el grito de barra «O’Hí- O’Hí» del CD O’Higgins puede medirse con el Chuico’e vino, pero no con la misma picardía.

Lo triste es que un día de invierno de 1975, Oscar Antonio Romero, nos dejó temprano, de solo 25 años de edad. Estaba aquejado de cáncer al pulmón. Hay versiones que atribuyen las causas de su cáncer a ingratos momentos que tuvo en su corta vida. Pero eso es otra historia. Recordémoslo con alegría haciendo un eterno homenaje cada vez que gritemos: ¡Chuico’e vino…!